Eran un patrimonio español, pero se han convertido en un atractivo global, una delicia que ha dado la vuelta al mundo gracias a su sabor y a una pizca de marketing. Las tapas se venden en el extranjero más como una forma de comer que como una relación de recetas tasadas. Pero aquí sabemos que no cualquier cosa puede ser una tapa y que no en todos los sitios ponen las mismas. Y es que con las tapas pasa como con los equipos de fútbol, las fiestas patronales y la jerga: las nuestras nos gustan más, nos saben mejor. Tiene un punto familiar que le da un plus de calidad, de cercanía.
El mercado de la restauración ha sufrido la crisis con especial virulencia. En los últimos tres años más de 12.000 bares y restaurantes han colgado definitivamente el cartel de cerrado. Con este panorama el sector de la hostelería no tiene más remedio que tirar de marketing y poner énfasis en uno de los productos más conocidos de su carta: las tapas.
Aquí cada región tiene su idiosincrasia. Los vascos y sus vecinos navarros, riojanos y cántabros tiran de pintxos, una versión más elaborada pero nunca gratuita; en otros lares han encontrado la solución innovando. Especialmente interesante es el caso de:
Mallorca, una isla con muy buena materia prima pero poca cultura de tapeo. En los últimos años el problema ha sido resuelto con un término medio: los variats. Con este nombre se designa a una ración pequeña de los platos típicos de cada bar o restaurante, así puedes comer un poco de todo, conociendo de primera mano los productos más típicos a un precio asequible.
Andalucía se encuentra en el extremo opuesto. La cuna del tapeo ha convertido esta costumbre en todo un reclamo turístico. Aquí la tradición de poner una tapa con cada caña tiene un impacto importante en el sector. Las gambas de Huelva, los molletes con tomate de Sevilla, el salmorejo cordobés… Hay muchos más platos, y si los quieres probar todos lo mejor es que te des una vuelta por Granada, capital oficiosa del tapeo en España.
En las grandes ciudades, principalmente Madrid, Barcelona y Valencia han apostado en los últimos años por hacer fuerza y ofrecer lo mejor de su gastronomía en miniatura en formatos diferentes. Los concursos, ferias y festivales gastronómicos están aquí a la orden del día: cuando no es una asociación de pequeños comerciantes (los míticos Tapapiés o el festival indio en este mismo barrio madrileño) son grandes marcas cerveceras o asociaciones hosteleras impulsadas por la patronal de turismo.
Y es que una tapa para un hostelero es el mejor reclamo, el mejor ejemplo de marketing. Y para un consumidor un bocado delicioso que le acerca a la gastronomía más local y auténtica.