El anuncio comenzaba con un amanecer en el campo. Lo bucólico de la escena inicial desaparecía súbitamente con el gesto torcido de la protagonista al comprobar el intenso olor a estiércol que, según la letra de la canción, flotaba en el ambiente. Y no era la única pega que el spot encontraba al hecho de vivir en un entorno campestre: madrugar, los callos y sabañones derivados de las sacrificadas labores del campo, atender a los animalillos («bichejos traicioneros», según la canción)… En definitiva, la vida en el campo, no era ninguna bicoca.
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Es el mensaje que desprendía el spot de Bocatta. Pese al evidente tono humorístico de la pieza realizada por Sra. Rushmore, a algunas asociaciones de agricultores el anuncio no les hizo ni pizca de gracia. Se confesaron ofendidos y estaban seguros de que muchos otros habitantes del entorno rural sentían lo mismo. Solicitaban la retirada de la campaña y así ocurrió finalmente.
Lo que algunos consumidores consideran gracioso o ingenioso a otros, en cambio, puede llegar a resultar insultante. En los últimos tiempos, no han sido pocos los ejemplos de campañas retiradas al ser consideradas como denigrantes para determinados colectivos. Así, las denuncias a campañas por cosificar a la mujer, mostrar una imagen estereotipada de esta o, incluso, por frivolizar o fomentar sobre la violencia machista se han multiplicado en los últimos años. Sonado, también, fue el caso de la campaña de Amena retirada en 2002 tras la denuncia de varias asociaciones de personas discapacitadas. ¿El motivo? En el spot, la operadora de telefonía utilizaba personas con enanismo para promocionar sus tarifas mínimas.
El de Bocatta no ha sido el único caso en el que el tratamiento a la procedencia u origen de los protagonistas del anuncio ha sido catalogada como ofensiva. Uno de los ejemplos más recientes se produjo cuando la propia canciller de Colombia, María Ángela Holguín, solicitó la retirada del cartel de la Puerta de Sol de Madrid en el que se anunciaba la serie Narcos, de Netflix. En el anuncio se veía el primer plano del actor que encarna a Pablo Escobar con el mensaje: “Oh, blanca Navidad”. La mandataria colombiana consideraba que la campaña perjudicaba severamente la imagen de su país que, no con poco esfuerzo, había logrado que por fin se dejase de ligar con el mundo de la droga.
Tampoco gustó a una ONG británica uno de los anuncio de Pepe Reina para seguros Groupama (ahora Plus Ultra Seguros). En él, el jefe de una tribu africana parecía tener la intención de tener “algo más que palabras” con el entonces portero del Liverpool, al entender que Reina no era su apellido sino un título nobiliario.
Operation Black Vote (así se llama la ONG) calificó al anuncio de racista y se preguntaba cómo el futbolista podía haber participado en él. Pese a que la compañía aseguradora emitió un comunicado donde negaba cualquier trato discriminatorio hacia las personas de raza negra, finalmente optó por retirar el spot.
La misma medida adoptó Burger King en 2009 con la campaña Texican Whopper cuya imagen era la de un vaquero americano al que acompañaba un hombre de baja estatura que portaba una máscara de lucha mexicana y la bandera del país a modo de túnica. Como «denigrante y ofensiva» calificó la imagen el entonces embajador de México en España en la misiva enviada al director general de la cadena de comida rápida en nuestro país.
En los últimos años, las redes sociales también han sido escenario de algunos polémicos mensajes por parte de marcas que, tratando de hacer un guiño a los consumidores de una determinada comunidad, han acabado por molestar a más de uno. Fue el caso de Media Markt y el tuit escrito el 28 de diciembre de 2014. La inocentada que la cadena de distribución quiso hacer a sus seguidores andaluces consistió en darles los “buenos días” a las 5 de la tarde. La gracia no sentó demasiado bien a parte de ellos que no tardaron en manifestar su malestar en la misma red social. Poco después, Media Markt eliminaba el mensaje de su cuenta.
La experiencia siempre es un grado y por eso, pese al éxito cosechado por películas como Ocho apellidos vascos y su “secuela catalana”, o de series como Vaya semanita o Allí abajo, todas ellas a base de tirar de tópicos regionales, casos como los anteriormente descritos parecen demostrar que lo que triunfa en el cine o la televisión no siempre tiene su réplica en la publicidad.